sábado, 4 de agosto de 2007

Publicado en el semanario Claridad

E. Cichowicz Emmanuelli
ESPECIAL PARA EN ROJO

“El arte de la medicina es entretener al paciente mientras la naturaleza cura la enfermedad.”
Voltaire

Los secretos de una buena salud se han conocido por varios milenios a través de todas las culturas del mundo. Los pueblos de aborigen habían identificado los alimentos y las hierbas que fortalecían el cuerpo, las que promovían la fertilidad y las que desintoxicaban la sangre. Esas poblaciones supuestamente “primitivas” gozaban del mejor estado de salud que ha conocido la humanidad. A medida que ha ido avanzando la “civilización” y nos hemos ido alejando de nuestras raíces naturales, se ha ido deteriorando la salud del ser humano. Al punto de que nuestra generación de principios de siglo XXI es la generación más enferma en toda la historia de la humanidad.
Cáncer, Alzheimer, esclerosis múltiple, fibromyalgia, infertilidad, asma, artritis, diabetes, infartos, derrames cerebrales, autismo, bebés prematuros, niños con déficit de atención, depresión, ansiedad – todas estas condiciones están a nivel de epidemia y los salubristas modernos dicen no saber por qué, pero juran que el remedio es llenarnos de más drogas sintéticas.
Lo que nos esconden es que el doctor Weston A. Price descubrió en 1939 la causa sencilla de las enfermedades modernas. En los años 1920 y 30, el doctor Price, un dentista, decide viajar por todo el mundo para documentar la salud dental de los pueblos de aborigen y correlacionarla con los alimentos consumidos. Fue tan impactado por la salud en general de las tribus que visitó, que terminó detallando todos los atributos físicos y todo tipo de enfermedad presente. El estereotipo moderno de un ser humano ancestral y “primitivo” era, y todavía es, de una persona flaca y enfermiza, con una barriga grande llena de parásitos, con múltiples caries dentales, con deformaciones físicas en los huesos y en las coyunturas, con lesiones en la piel, medio sordo y medio ciego. Sin embargo, los aborígenes con que se encontró el doctor Price, y que documentó en cientos de fotografías, eran seres robustos, energéticos, con facciones bellas, pelo precioso, piel con apariencia joven y sin arrugas, dentadura perfecta, mujeres con caderas amplias llevando a partos sin problemas, y una población libre de las plagas modernas de enfermedad. Solamente tenemos que hacer referencia a las descripciones de nuestros taínos por los historiadores de los viajes de Cristóbal Colón.
Más importante todavía, el doctor Price documentó que cuando algunos grupos de aborigen eran asimilados por la “civilización” y “modernizaban” su dieta, comenzaban de inmediato a enfermarse y a demostrar cambios físicos de estructura ósea y corporal en subsiguientes generaciones. Resulta que el estereotipo conocido del aborigen enfermizo se había construido a base de observaciones de aquellos que ya habían hecho contacto con la “civilización.”
Cargado de toda la evidencia obtenida a base de sus observaciones, el doctor Price entonces se da a la tarea de analizar por años, en su laboratorio en Ohio, el contenido nutricional de los alimentos de cada tribu estudiada, desde los esquimales de Alaska hasta los aborígenes de Australia. Además, el doctor Price somete a evaluación nutricional los alimentos que él compraba localmente en los mercados “modernos.” Se da cuenta de que la dieta supuestamente “primitiva” de las tribus de aborigen contenía todos los factores nutritivos esenciales requeridos por la fisiología humana – las vitaminas, los minerales, los carbohidratos complejos, los aminoácidos esenciales y los aceites esenciales omega-3, 6 y 9. Descubre que la dieta “modernizada” de los aborígenes “civilizados” y de los alimentos procesados en los mercados de su época eran bien deficientes en esos requisitos nutricionales tan elementales. Y hasta describe la presencia de factores nutricionales nuevos (Factor X) vitales para la salud, presentes en la dieta “primitiva” y no en la moderna. Apenas hace unos meses que se logra validar químicamente estos compuestos.
El doctor Price concluyó que la dieta moderna del hombre “civilizado” es tan marcadamente deficiente en las substancias más básicas y esenciales de la fisiología humana y tan cargada de las substancias tóxicas presentes en los alimentos procesados, que al cuerpo se le hace imposible sostener un funcionamiento celular normal. Todas las enfermedades crónicas y degenerativas modernas son producto de una falta de ingesta de nutrientes básicos y del consumo exagerado de substancias ajenas a la naturaleza del cuerpo humano. O sea, nos estamos enfermando porque estamos comiendo mierda.
Los descubrimientos y todo el análisis del doctor Price fueron plasmados en su obra maestra Nutrition and Physical Degeneration, un texto que uno esperaría que fuese lectura obligada en todos los currículos de medicina. Pajaritos preñados. Miren, los estudiantes de medicina, desde mí cuando era estudiante en los años 70, no sólo no tienen idea de quién es el doctor Weston A. Price, sino que no son ni siquiera adecuadamente instruidos en nutrición básica. Les parecerá increíble, pero es la realidad. Los médicos son analfabetos nutricionales.
Al doctor Price no le fue otorgado en su tiempo la importancia que merecía porque él era un simple dentista y no un médico-dios, y porque sus hallazgos iban en contra de la ya establecida filosofía salubrista implantada por el grupo de John D. Rockefeller en las escuelas de medicina americanas a principios de siglo – las enfermedades se tratan con drogas sintéticas modernas creadas por la industria farmacéutica.
Esa visión corporativa rige hoy en día la enseñanza de la Medicina más que nunca. Todo el currículo está dirigido primero a hacer un diagnóstico por medio de toda la gama de costosa maquinaria electrónica disponible, desde pruebas bien específicas de cualquier fluido corporal, hasta imágenes corporales lo más sofisticadas posible. Una vez se tiene el diagnóstico, el próximo paso es escoger cuál de los fármacos sintéticos disponibles tendrán la mejor oportunidad de minimizar los síntomas, aunque siempre se le dice al paciente que la droga está curando la enfermedad –una gran mentira–. Así que básicamente se ha cumplido la meta de Rockefeller – crear una serie de distribuidores profesionales de drogas legales. En la mente corporativa de Rockefeller, las oficinas médicas eran puntos de drogas. Lo único que faltaba para completar la similitud es que ahora, gracias a los anuncios televisados y radiales, el “cliente” viene pidiendo la droga específica que quiere.
Y lo que las farmacéuticas te esconden es que las drogas de ellas son mucho más letales que las ilegales. Cada año mueren 20,000 usuarios de drogas ilegales, pero también mueren 200,000 personas a causa de las reacciones adversas de drogas legales aprobadas por el FDA. El uso correcto de la marihuana no mata a nadie. El uso correcto del Vioxx mató a más de 60,000 usuarios. Usted dígame cuál debe ser ilegal.

Medicina Ortomolecular - una alternativa a las drogas

Reconocido como el padre de la medicina occidental moderna, Sir William Osler es exaltado en las presentaciones iniciales a los estudiantes de medicina en primer año, pero nunca citan su declaración más famosa – “Uno de los primeros deberes del médico es educar a las masas a no tomar medicamentos.”
El gran secreto de la medicina es que los médicos no curamos a nadie – lo único que hacemos es darle unas herramientas al cuerpo de cada paciente y entonces sentarnos a esperar a ver si el cuerpo se logra curar usando esas herramientas. El médico tradicional occidental sólo se siente seguro usando la herramienta con la que fue adiestrado - la droga sintética. La cosa es que cuando tu única herramienta es un martillo, ves a todos los problemas como clavos.
Y ahí está el problema, porque las únicas moléculas que pueden hacer al ser humano funcionar óptimamente son las moléculas “de fábrica” naturales con las cuales fue construido. La droga sintética como herramienta sólo puede lograr disfrazar el problema, pero el cuerpo no la puede usar para sanarse.
El término “medicina ortomolecular” fue concebido por el doctor Linus Pauling, el único científico ganador de dos premios Nobel no compartidos y una de las mentes más brillantes de la historia. Ortomolecular quiere decir “la molécula natural que mejor funciona.” Una “molécula natural” siempre es una substancia original y pura de este planeta, para el cual el cuerpo humano ha desarrollado un papel crítico y específico dentro de su fisiología a lo largo de cientos de miles de años de evolución biológica – incluye las vitaminas, los minerales, los aceites esenciales, los aminoácidos, los carbohidratos naturales, las enzimas y varios otros nutrientes particulares. El doctor Pauling y el doctor Abram Hoffer descubren en los años 50 que cantidades suficientemente grandes como para corregir deficiencias de la vitamina C y de la vitamina B-3 (niacina) eran capaces de revertir muchos casos de cáncer y de depresión mayor. De ahí en adelante una serie de investigaciones clínicas muy elegantes han establecido las deficiencias específicas que caracterizan a casi todas las enfermedades crónicas y degenerativas.
El entender el método ortomolecular de salud es tan sencillo como leer las únicas dos oraciones que contiene el manual de operación del cuerpo humano. Léanselo otra vez. Si se les ha perdido, aquí están las instrucciones – “Para mantener este cuerpo en funcionamiento óptimo provéale cantidades generosas de agua, sol y ejercicio y aliméntelo con las apenas dos docenas de nutrientes esenciales naturales que existen. No se aceptan cambios o devoluciones.”
De esos pocos ingredientes, el cuerpo había podido construir por miles de generaciones todo lo que necesitaba la especie humana para mantener salud y dominar el planeta. No es hasta unos siglos atrás cuando el ser humano decidió que podía fabricar para el consumo diario alimentos superiores a los que nos proveía la madre naturaleza, que comienza la época moderna de enfermedades crónicas y degenerativas.
Nuestro estado de salud representa, ante todo, nuestra dieta desde que éramos fetos. Somos producto de lo que ingerimos -una verdad tan sencilla de entender, pero una tesis que ha sido ridiculizada y olvidada por la clase médica. Es hora de redescubrirla, porque cada día que pasa nos estamos muriendo por la boca. Si queremos comenzar a sanarnos, la base fundamental que nos provee la naturaleza es la energía viva que hay en un alimento fresco y natural. Pero nos hace falta más. El hombre ha violado y envenenado tanto las tierras y los mares, que ya ni los mejores alimentos orgánicos contienen suficientes nutrientes para evitar las enfermedades modernas. El ser humano del siglo XXI necesita suplementar su dieta para sobrevivir.
La medicina ortodoxa que representa la mentalidad corporativa de las farmacéuticas no cree en lo que médicos ortomoleculares hacen y los atacan diciendo que están al margen de la ciencia. Si esos mismos críticos se tomaran el tiempo de leer la literatura científica, encontrarían que los fundamentos científicos de la medicina ortomolecular están basados en los trabajos de cuatro científicos ejemplares - Albert Szent-Gyorgi, Otto Warburg, Everett Storey y Linus Pauling – que juntos comparten siete premios Nobel -siete. ¿Cuántos premios Nobel hay trabajando en todas las farmacéuticas?

Recomendaciones

Las siguientes recomendaciones dietéticas se deben seguir todas si de verdad estás motivado(a) a evitar y a combatir tu cáncer o tu otra enfermedad crónica y degenerativa (ECD). No son opciones para que tú escojas las dos o tres que crees que son más compatibles con tus gustos. Para alguien con tu condición, la alimentación deja de ser uno de los “placeres” de la vida y se convierte en una “terapia de vida.” Tienes que aplicar todas estas recomendaciones nutricionales para siempre.
1. Elimina la azúcar en todas sus formas. El cáncer depende del azúcar como fuente de energía para crecer y multiplicarse. Al cáncer y a las ECD les encanta el azúcar. Ayuda al cáncer a morirse de hambre, dejando de comer todo lo que contenga azúcar en cualquier forma. Esto quiere decir cero refrescos. El azúcar también se encuentra comúnmente en alimentos procesados en forma de “high fructose corn syrup”. Lee la lista de ingredientes de todo lo que compres en el supermercado. Azúcar negra es azúcar. Fructosa es azúcar.
2. Elimina todas las harinas blancas, el arroz blanco y las papas. Las harinas, el arroz blanco procesado y las papas (majadas, hervidas, fritas) se convierten de inmediato en azúcar en la sangre. Si de verdad quieres eliminar lo que alimenta al cáncer las ECD, tienes que dejar de comer galletas, donas, pan, bizcocho, pizza, pasta y cualquier otro producto hecho con harinas, papas y arroz blanco. Consume harinas y arroz 100% integral en pequeñas cantidades, asegurándote de que el producto sea integral de verdad – y eso sólo lo sabrás leyendo la lista de ingredientes, no importa lo que diga la etiqueta. Si un producto es 100% integral, el primer ingrediente en la lista será la palabra “whole”, seguido del tipo de harina o arroz (wheat, oats, barley, grain rice, etc.). Si el primer ingrediente en la lista es “enriched wheat flour” (harina enriquecida), no es un producto 100% integral – no lo consumas.
3. Elimina el aspartamo (Equal, Nutrasweet, Diet Coke, Diet Pepsi, Crystal Light y mucho más) y la sucralosa (Splenda). El aspartamo está absolutamente probado que produce cáncer, y se encuentra en casi todos los chicles, en muchísimos alimentos procesados y hasta en medicinas y vitaminas de niños (Flintstones). El Splenda contiene cloro porque se desarrolló inicialmente como un insecticida, y por lo tanto es una substancia con un potencial alto de toxicidad. Y como si fuera poco, tanto el Equal, como el Nutrasweet, el Splenda y todos los otros dulcificantes artificiales, contienen de 95-99% de azúcar regular por sobrecito, a pesar del cual se lo recomiendan a los diabéticos. Usen Stevia como dulcificante.
4. Elimina la leche pasteurizada y homogenizada y productos lácteos hechos de la misma. Esto incluye las leches UHT que no hay que refrigerar. Puedes tomar leche fresca cruda y productos lácteos hechos de la misma. No uses leche ni productos de soya.
5. Conviértete en casi vegetariano. Come todos los vegetales frescos (no congelados y especialmente no de lata) que puedas, especialmente el brecol (“brócoli”), espárrago, coliflor, col (kale), tomate, col de bruselas, zanahoria, celery, rábano y remolacha - por regla general, mientras más verdes u oscuros – mejor. Ingiérelos crudos o hervidos al vapor. No los calientes en un microonda porque le destruyes todo el valor nutritivo. Prepárate tres o más jugos de vegetales al día, mezclando zanahorias con cualquier otro vegetal o fruta. El utensilio de cocina más visible y más usado en la casa de un paciente de cáncer o de una ECD debe ser un “juicer”.
6. Alternando con los vegetales, come frutas frescas, especialmente manzanas, todas las “berries” (especialmente “rasperries” rojas y “blueberries”), granada, coco, dátiles, uvas orgánicas, piña y papaya. No exageres con las frutas, porque las frutas tienen su azúcar (fructosa) – lo que pasa es que la fibra natural de la fruta no permite que se absorba toda la fructosa de cantazo.
7. Para completar tus requisitos de proteína, puedes comer huevos orgánicos (de gallinas felices de campo abierto, sin antibióticos u hormonas), diferentes nueces sin sal (la más nutritiva es la nuez de Brasil) y mantequilla de nueces. El único pescado que recomiendo es tilapia y “wild Alaskan salmon”, porque son los únicos que todavía no están contaminados con mercurio.
8. Elimina todos los aceites parcialmente hidrogenados (“partially hydrogenated oil”). Tienes que leer la lista de ingredientes de todo alimento procesado, ya que el aceite parcialmente hidrogenado está metido en cuanto producto se vende. Evita cocinar con los aceites procesados omega-6 (maíz, canola, semilla de girasol, cártamo). Evita todas las margarinas.
9. Cocina con aceite extra-virgen de coco o de oliva, usando mucho ajo, cebolla, tomate (cocinar con aceite de oliva para sacarle el antioxidante lycopene) y la especie turmeric. Puedes usar mantequilla orgánica y puedes usar manteca (lard).
10. Elimina la sal refinada por dos razones importantes – 1) al cáncer y a las ECD les encanta el sodio y 2) la sal refinada crea una acidez en la sangre y al cáncer y las ECD les encanta la acidez. Las sales no-refinadas producen una sangre alcalina, lo cual inhibe el crecimiento del cáncer y la degeneración de tejidos característica de las ECD. “Himalayan organic crystal salt” y “Celtic Sea Salt” son muy buenas.
11. Elimina el glutamato monosódico (“monosodium glutamate” o MSG) en todas sus formas. Donde más se encuentra es en los cubitos de cocinar (Ajinomoto y otros), en las sopas enlatadas y en los aderezos, pero lee la lista de ingredientes de todo.
12. Elimina el nitrito sódico (“sodium nitrite”), un preservativo/colorante que causa cáncer y se le añade a toda carne empacada en lascas, como la que se vende para sándwiches – tocineta, salami, jamón, etc. Lee todos los ingredientes.
13. Elimina el ketchup – contiene mucha azúcar.
14. Puede tomar todo el té verde que quiera, pero sin leche o crema y sin limón.
15. Nunca más visites un establecimiento de comida rápida comercial.

Les recomiendo los libros How to Live Longer and Feel Better del doctor Linus Pauling y Doctor Yourself del doctor Andrew Saul.

El autor es médico y tiene práctica de medicina donde emplea los conceptos de nutrición ortomolecular. Comunicarse al 787-724-7674 o a DrC@muriendoporlaboca.net.

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